En mi salón de clases de 3º fue la primera vez que me dí cuenta.
Siempre había tenido los primeros puestos en mis primeros años en la escuela, pero a mi profesora se le ocurrió la idea de mezclarnos en el salón y por primera vez me senté en un puesto muy lejos de mi profesora, tengo pocos recuerdos desde ese momento, lo que si tengo en mi memoria, fue una baja en mis calificaciones, casi no podía anotar lo que la profesora escribía en el tablero y mis ojos permanecían rojos al hacer «chinito» con las manos para poder enfocar hacia delante.
Creo que fue mi profesora la que se dio cuenta primero, pero fue después de un tiempo que mi madre se enteró, cuando jugaba, no encontraba los juguetes con facilidad y en ese tiempo me regalaron mi primera consola de videojuegos, recuerdo mucho un Mario que mataba siempre en el primer mundo, un soldadito que nunca vio las balas enemigas, un tanquecito que siempre le destruían el aguila y un tetris que siempre se llenaba, hasta que descubrí, por fin, que si me acercaba al televisor ( en ese tiempo me tocó a blanco y negro), podía jugar bien, lo curioso es que cada 10 centímetros que me acercaba, siempre había un familiar que me alejaba 30 centímetros del televisor, y solo me decían, «Vas a quedar ciego». Lo que no sabían, era que ya lo estaba, siempre que salía de noche solo lograba ver luces difuminadas por todas partes, rojas, amarillas, y de vez en cuando una verde.
Eran aproximadamente las 3 de la tarde de un día cualquiera a mis 8 años cuando me dieron mis primeras gafas, ese día como un presagio, lloré todo el resto de la tarde, de la noche, al día siguiente, y al siguiente, hasta que terminé aceptándolas, desde ese día mi vida cambió radicalmente, mis notas en la escuela subieron, pero mi vida social cada vez se reducía más. Así pasaron 6 años, era uno de los mejores de la clase, menciones de honor y ningún amigo fuera del colegio.
No hay más detalles, algunas secuelas quedaron de esa infancia que no podía ver más allá de su propio campo de visión, acostumbrado a ensimismarme, convertirme en egocéntrico, solo hacia cosas para mi mismo, me convertí con el tiempo en un ciego no físico si no mental.
A la edad de 15 años cambiaron mis horribles gafas y mi campo visual se incrementó, un par de lentes de contacto modificaron mi forma de percibir el mundo, mi vida social aumentó y me convertí más en un ciego mental, solo podía reconocer lo que conocía y lo que no reconocía, lo aprendía a mi manera, dentro de mi campo visual, dentro de mi esfera de cristal, poco a poco la vida se comenzó a desfigurar.
En resumen, no aprendí nada, mis notas bajaron, mi rebeldía aumentaba, mi egoísmo nunca fue tan alto. un egocentrismo impresionante y me entregué a vivir una vida que no era la mia.
Hoy puedo ver con claridad, aunque sigo viendo borroso, no reconozco a las personas de lejos y las suficientemente valientes para acercarse no puedo leerlas, soy un ciego mental, no puedo verte, no puedo reconocer tu rostro, no puedo seguirte sin una soga que me ate, si sueltas mi mano no serás quién se pierde, seré yo.
Sigo un camino, uno que hace años perdí por no poder verlo, lo sigo recorriendo, y sigo anhelando llegar a algún lugar, pero siempre pensé que iba en el sentido correcto, pero hoy me dí cuenta que sigo caminando sin ver, recorro una y otra vez el mismo lugar, todos me reconocen al pasar pero yo a ellos no, nadie dice nada, escucho gritos de burla, de humillación, y hasta se sienten los golpes en el piso de piedras que tiran en mi camino.
El norte ya no existe, los norte son para las personas que buscan el mismo camino para todos, solo quiero que mi camino me lleve a un lugar donde existan personas que reconozcan mi ceguera, alguno que me apoye a un báculo, un lugar donde no se escuchen más gritos y si alguno grita, que sea para ayudar a esquivar rocas.
Si existe, lo encontraré.
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